miércoles, 2 de abril de 2008

Unidad I del Taller de Morfosintaxis del Castellano I






Unidad I: Lengua, uso y medios de comunicación

1. Los objetivos del Taller de Morfosintaxis del Castellano

En la cátedra Taller de Morfosintaxis del Castellano I, concebiremos el lenguaje como instrumento de comunicación, por lo cual el análisis lingüístico se enfocará en su funcionalidad para la comprensión y la producción de mensajes orales y escritos. En relación con el análisis lingüístico, abarcaremos los componentes fonológico, semántico, sintáctico, morfológico y pragmático como elementos inseparables en un estudio de la lengua en su interacción comunicativa.




Nuestro objetivo es el desarrollo de la competencia comunicativa de los futuros periodistas, por lo que tendremos en cuenta los siguientes aspectos:

1) Los aportes de la psicolingüística sobre los procesos cognitivos de la adquisición y desarrollo de las habilidades lingüísticas; los estudios neurolingüísticos, que informan sobre la evolución del sistema neurológico, los cuales permiten dilucidar el cómo y el cuándo enseñar los contenidos necesarios para el desarrollo de la competencia comunicativa; los estudios filosóficos, para comprender las relaciones entre el lenguaje y el pensamiento; y los aportes de la sociolingüística, que hacen hincapié en dónde enseñamos, para adecuar la enseñanza a la variedad estándar de la comunidad lingüística y a los registros apropiados para cada situación.

2) El concepto de competencia comunicativa, como objetivo de la enseñanza de la lengua, según lo cual se pretende formar a un individuo capaz de interactuar con otros de forma adecuada y efectiva en situaciones determinadas de comunicación.

3) Una concepción amplia de la lengua; es decir, no como un sistema aislado y cerrado, sino como un organismo vivo en constante evolución. Veremos cómo influyen en ella otras lenguas, las condiciones socioeconómicas, políticas y culturales, los avances tecnológicos y los contextos específicos de su actualización en el habla.

Proponemos, así, el estudio de la lengua con una visión funcionalista y comunicativa, es decir, encaminado hacia su uso comunicativo, ya no como sistema de contenidos sino como un medio de comunicación, el más importante de ellos. El lenguaje es actividad cognitiva y discursiva y gracias a ella es posible aprehender y manifestar el pensamiento y el conocimiento humano. Por esta razón, nuestra propuesta va más allá de “enseñar lengua”, para centrarse en el desarrollo de las competencias comunicativas.

2. La competencia comunicativa

En 1971, Dell Hymes publicó su trabajo Acerca de la Competencia Comunicativa, en el cual utilizó el término competencia comunicativa para referirse al “conocimiento y a la capacidad de una persona para utilizar todos los sistemas semióticos a su disposición como miembro de una comunidad sociocultural dada” (Lyons, 1980:514). Por lo tanto, la competencia lingüística, entendida como el conocimiento del hablante sobre su sistema lingüístico, es apenas una parte de la competencia comunicativa.

Su modelo de análisis buscaba la respuesta a cuatro interrogantes: 1) hasta qué punto algo es formalmente posible dentro de la comunicación, 2) si algo es viable de acuerdo con los medios asequibles de realización, 3) si algo es apropiado o adecuado según el contexto en que se use y evalúe (competencia cultural), 4) qué ocasiona la producción de ese algo (intención comunicativa).

La competencia comunicativa, tal y como la planteó Dell Hymes (1995), presenta cuatro dimensiones: la competencia lingüística (actuación lingüística según las reglas gramaticales), la factibilidad (de las expresiones de acuerdo con los medios disponibles y limitaciones existentes), la aceptabilidad o adecuación (de los enunciados de acuerdo con las reglas sociolingüísticas del contexto en el cual se produce), el darse en la realidad (usos reales de la lengua).

Grice (1975) formuló el principio de cooperación como el principio regulador de todo acto comunicativo, expresado en cuatro máximas: 1) cantidad: no haga su actuación más informativa de lo requerido; 2) cualidad: no diga algo de lo cual carezca de pruebas; 3) relación: sea pertinente; y 4) modo: evite la ambigüedad, sea breve y metódico. Estas máximas, aunque bastante generales, se relacionan con el propósito de promover la eficiencia de la comunicación y tienen una gran similitud con el estilo periodístico.

Por su parte, Charaudeau (2002) alega que, para que haya sentido, es preciso que el discurso esté vinculado con el conjunto de las condiciones dentro de las cuales se produce, las cuales difieren de las condiciones de interpretación, en tanto que involucran a dos sujetos envueltos en procesos mentales distintos. De ahí la necesidad configurar las condiciones ideales para un acto que propicie el encuentro de ambos procesos; es decir, que genere comprensión.

A tal efecto, este autor propone un modelo que consta de tres tipos de competencia: situacional (referida al conocimiento sobre la identidad de los protagonistas del intercambio, su finalidad, propósito y circunstancias), discursiva (capacidad de manipular y reconocer las estrategias de puesta en escena del discurso) y semiolingüística (habilidad para expresar una intención de comunicación por medio del uso consciente de los signos, sus reglas combinatorias y su sentido).

3. El proceso de la comunicación periodística

En el Taller de Morfosintaxis del Castellano I, estudiaremos el proceso de la comunicación mediática según el modelo sociosemiótico de la comunicación de Miquel Rodrigo Alsina, desarrollado en su obra Los modelos de la comunicación (1989).



Según este modelo, el intercambio comunicativo es un proceso sociosemiótico que consta de tres fases: producción, circulación y consumo.

La producción de un mensaje es un hecho social condicionado por factores económicos, políticos y culturales que inciden en las industrias comunicativas, lo cual genera el ajuste de los discursos de acuerdo con las ideologías, mientras que el consumo de bienes de información es realizado por individuos que poseen hábitos y vivencias diferenciadas según los contextos psicológicos, económicos y culturales.

En la situación precomunicativa intervienen tres factores: a) el contexto es social, por lo cual supone las variables económicas, políticas, culturales, individuales y colectivas de cada grupo social; b) la circunstancia se refiere a la situación pública, grupal o individual que determina el uso de los medios y c) la competencia comunicativa comprende las capacidades de un individuo para utilizar los sistemas semióticos que socioculturalmente le ofrece su entorno.

En último término, la difusión de información por los medios de comunicación social produce efectos cognitivos, emocionales y conductuales en las audiencias. Esto implica, de parte del receptor, la activación de un complejo sistema semiótico de interpretación, personal e interpersonal, que constituye el uso del producto según el contexto, la circunstancia y la competencia comunicativa, de modo que el usuario pone en diálogo los discursos que darán origen a las representaciones sociales.

4. Comprensión y producción de textos

El encuentro con el texto exige del receptor una actividad de decodificación, en la cual se encuentra con una serie de signos lingüísticos que debe reconocer y comprender, por lo que debe desarrollar competencias para la comprensión y la interpretación. Tanto la semiótica, la pragmática, la ciencia cognitiva y la inteligencia artificial como la lingüística textual han formulado hipótesis sobre la competencia comunicativa requerida para el proceso de comprensión lectora.

Estas corrientes consideran al receptor como sujeto activo en la construcción del sentido del texto, a partir de las instrucciones que recibe de éste. El lector activa en su mente los conocimientos necesarios para la interpretación del mensaje, por lo que su competencia cognitiva, su atención y memoria actúan para dotar de sentido e interpretar los enunciados.

El estudio de los textos, bajo el enfoque de la lingüística textual, ha proporcionado pruebas de que hay componentes textuales facilitadores de la comprensión. Los esquemas estructurales, como la narración y la argumentación, a la vez que organizan el texto, favorecen su eficaz interpretación.

Estas características permiten hablar entonces de un modelo interactivo del proceso de comprensión lectora, en el cual se contempla tanto la intención que lleva al lector a la lectura de un texto, como el estado y la actitud frente al contenido textual. La interactividad se produce en el ciclo que va de los niveles superiores a los inferiores, de tal modo que el contexto y el conjunto de inferencias actúan como condicionantes de la interpretación del texto.

Por otra parte, el proceso de redacción de textos implica la producción y transformación de conocimiento, en el cual el sujeto pone en práctica sus competencias cognitivas para la generación y transmisión de ideas. El productor debe manejar operaciones mentales y verbales de diferentes niveles, debe controlar el espacio del conocimiento (ideas recordadas y nuevas) y el espacio retórico, en el que recurre a modos de decir las cosas en función del contexto.

Este proceso exige pasar de la organización jerárquica de las ideas a su disposición lineal, controlar la adecuación de los elementos lingüísticos que modelan el ámbito global del texto (conectores, segmentación, estructura, ordenación) con los que se precisa el ámbito local (las palabras y su combinación, las oraciones y sus relaciones, el control ortográfico) y se regula la inserción del texto en los parámetros del contexto personal, cognitivo e intencional que ha de permitir que sea eficaz para su destinatario.

5. Oralidad y escritura

La adquisición y el desarrollo de la competencia comunicativa oral no dependen tanto de la instrucción formal como del entorno sociocultural, pues son parte del proceso de socialización, a lo largo del cual el ser humano experimenta una serie de situaciones comunicativas orales en las que se apropia de las conductas del comportamiento verbal y de las reglas del habla de su lengua.

Esta competencia faculta al individuo para manejar tanto los elementos verbales como los no verbales de la comunicación humana y su desarrollo permite adecuar sus rasgos prosódicos (acento, entonación y pausas) y sus rasgos extralingüísticos (cinésica, proxémica, etc.) de acuerdo con la situación de comunicación. Le permite reconocer, de este modo, qué debe decir y a quién lo dice, cuándo hablar o limitarse a guardar silencio, cómo dirigirse a personas que ocupan roles o estatus diferentes o cómo encontrar la manera apropiada para decir todo cuanto merece ser dicho; en otras palabras, aprende el “juego del lenguaje” (Calsamiglia y Tusón, 1999:42).

Posterior a la adquisición de la competencia comunicativa oral, se desarrolla la competencia comunicativa escrita, gracias a un aprendizaje sistemático, que si bien se fundamenta en el conocimiento de la actividad oral, requiere de la instrucción formal sobre el código gráfico de representación lingüística (alfabetización), y se orienta hacia dos procesos cognitivos relacionados con la expresión lingüística: el proceso de producción (escritura) y el proceso de interpretación (lectura), necesarios para la comprensión y generación de conocimientos. El uso escrito de la lengua, por estas razones, “se ha convertido en una herramienta de poder y de competencia, signo de cultura y de instrucción, aduana de puestos de trabajo” (Calsamiglia y Tusón, 1999:82).

Desde una perspectiva didáctica, se han planteado formas de favorecer el aprendizaje y la competencia en la escritura aprovechando los avances en psicología cognitiva, pragmática y lingüística textual (Cassany, 1989, 1995). Para el desarrollo de esta competencia, estos estudios recomiendan a los escritores el ejercicio permanente de la lectura, tener conciencia de la audiencia a la cual se dirigen y de la situación, planificar el texto y revisarlo (Cassany, 1995).

6. El modelo lingüístico-comunicativo

Antonio Franco (2007) propone un modelo lingüístico-comunicativo en el cual se integran los componentes morfosintáctico, semántico y pragmático, que determinan la competencia comunicativa del sujeto, tanto en el proceso de expresión (producción) como en el proceso de comprensión discursiva. Presenta una gramática comunicativa que considera el funcionamiento de la lengua desde la comunicación, los grados de adecuación lingüística y la forma como se expresan los hablantes en una situación concreta (intención comunicativa), en oposición a una gramática normativa basada en la corrección lingüística. Sigue los siguientes niveles:

a) Nivel referencial: es el mundo real o imaginario del cual parte la formulación de conceptos que depende del conocimiento que manejan quienes tienen la capacidad del lenguaje.

b) Nivel conceptual: en este nivel, el hablante selecciona su propósito comunicativo, impulsado por la situación, circunstancia, estímulo interior, mundo objetivo, social o subjetivo y realiza una transformación del mundo referencial o imaginario en entidades, para luego crear relaciones entre los seres o las cosas (comportamiento). Las relaciones entre entidades y comportamientos constituyen la expresión del evento.

c) Nivel lingüístico: el emisor semiotiza su conceptualización del mundo y formula el mensaje, seleccionando una forma concreta de estructuras lingüísticas que pueda ser comprendida por el receptor, fase en la cual exhibe su competencia comunicativa.

d) Nivel del discurso: es el resultado de la utilización del lenguaje. El receptor recibe el mensaje que debe comprender e interpretar según la situación comunicativa, su condicionamiento interno e impulsos, ayudado por su competencia lingüística para descifrar el contenido.

El recorrido onomasiológico (desde el emisor hacia el receptor) parte del nivel referencial hasta llegar al nivel discursivo. Este recorrido se opone, pero a la vez se complementa, con el semasiológico (desde el receptor hacia el emisor), que parte del discurso y del signo lingüístico (lo dicho) para llegar a la idea, a la intención del emisor.

En los diferentes niveles se transita por las fases de la producción lingüística, entre las que destacan: 1) la intención o propósito de la comunicación; 2) la lexematización (elección de lexemas, selección del léxico); 3) la predicación o elección predicativa y con ella las operaciones lingüísticas obligatorias (diátesis activa, diátesis pasiva y nominalización); 4) la jerarquización frástica, es decir, la yuxtaposición, coordinación y subordinación, y las operaciones lingüísticas facultativas (topicalización, localización, despersonalización, reducción de actancia); y 5) el enunciado manifiesto donde se presenta la linealización del discurso.

En lo referente al componente pragmático, este modelo integra dos grandes elementos: el mundo objetivo, subjetivo y social (lo explícito) y el saber de fondo (lo implícito). El primero se describe en cinco elementos: cultura, personalidad, sociedad, situación y contexto. En este modelo, la competencia del emisor es determinante en la producción del discurso, así como también lo es el contexto, concebido como un elemento dinámico que influye directamente en el texto. Son precisamente los participantes del acto comunicativo quienes integran el contexto.


Referencias

1. Calsamiglia, Helena y Tusón, Amparo (1999). Las cosas del decir. Manual de análisis del discurso. Ariel Lingüística, Barcelona.
2. Charaudeau, Patrick (2002). “De la competencia social de comunicación a las competencias discursivas”, en: Aled, Año 1, No. 1, 7-22.
3. Fernández, Sylvia (2004). Propuesta lingüística para el desarrollo de la competencia comunicativa. Tesis de maestría. Universidad del Zulia, Maracaibo.
4. Franco, Antonio (2006). Curso de Lengua Española. Universidad del Zulia, Maracaibo.
5. Franco, Antonio (2007). Gramática Comunicativa. Universidad del Zulia, Maracaibo.
6. Grice, H.P. (1975): "Lógica y conversación”, en: VALDÉS, L. M. (comp.): La búsqueda del significado. Madrid, Tecnos.
7. Hymes, D.H. (1995). “Acerca de la competencia comunicativa”, en: Llobera, M. y otros (1995). Competencia comunicativa. Documentos básicos en la enseñanza de lenguas extranjeras, pp. 27-46, Edelsa, Madrid.
8. Rodrigo Alsina, Miquel (1989). Los modelos de la comunicación. Ténos, Madrid.